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La educación, una montaña rusa de emociones

Julieth Marcela Camargo
Alumni Enseña por ColombiaHistoriadora Universidad Nacional de Colombia.
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Cuando inicié este camino en la educación creí que ser profe era algo bonito, chévere, agradable y bien remunerado. Como docente siempre ha sido mi sueño enseñar en la ruralidad de mi pueblo (Chimichagua, un municipio en el departamento del Cesar); después de casi tres años enseñando en Cartagena y Antioquia por fin llegó el día, al menos eso pensé.
En 2019 inicié como mono docente en una escuelita rural; la experiencia me encantó, pero la dicha duró poco ya que solo enseñé dos meses, pues estaba cubriendo una licencia. En abril del mismo año cubrí una nueva licencia en Ciencias Sociales en bachillerato en zona rural; estaba feliz, pero eso se desvaneció al darme cuenta que llegaba al colegio para encontrarme con profes cansados de su trabajo y de los niños. Profesores que solo se preocupaban por recibir un salario sin importar el aprendizaje del estudiante; en fin creo que es una pregunta que muy pocos profes se hacen.
También los niños tenían la costumbre de perder clases, y cuando yo les exigía, me rechazaban; no los culpo, uno se acostumbra al trato que le dan y cambiar eso resulta difícil, casi imposible.
El departamento del Cesar, y en especial mi municipio, está en los últimos lugares de la educación en Colombia. He comprendido que la responsabilidad recae, además de en los profes cansados con 20 o 30 años en el mismo salón, es en el sistema. El problema de este sistema también son las secretarías de educación que se escudan en las leyes para realizar un nombramiento; así, obligan a los niños a quedarse sin profesores durante todo un año. La culpa también es del MEN (Ministerio de Educación Nacional) que deja por fuera de sus criterios de nombramientos a maestros como yo, que venía cubriendo durante 9 meses una plaza. Es importante resaltar que soy nativa de la comunidad, viví en ese corregimiento rural para que los niños no se perjudicaran con mi desplazamiento.
La educación privada en Colombia requiere ser profesional, y eso es suficiente; en la pública necesitas ser licenciado o normalista; pero en el Cesar, con suerte y con un buen político, basta para nombrarte; sin importar si tienes pedagogía o no, solo importa pagar el favor político.
Me he decepcionado del sistema educativo en Colombia. He tocado puertas y en unos lugares dicen que no cumplo el perfil por ser profesional de cierta área, en otros por no ser normalista. Nuestro sistema educativo necesita urgente ser replanteado y de verdad cubrir las necesidades educativas de aquellos menos favorecidos, identificar que plazas disponibles existen y buscar el docente más idóneo para cubrirla. Me entristece decir que en mi departamento la educación no es una prioridad sino un negocio.
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