El libro de las personas invisibles

Durante dos años fui maestro de literatura en una escuela de escasos recursos ubicada en el municipio de Santa Catarina, Nuevo León, México. Escribí este libro para compartir el resultado de un esfuerzo colectivo que realicé con la comunidad para construir una mejor sociedad. El libro de las personas invisibles es una obra literaria compuesta por cuarenta y cinco fábulas que describen el contexto donde laboré, viví, me encariñé y protagonicé un papel en primera línea contra la ignorancia y la desigualdad. Las moralejas son reflexiones acerca de los elementos sociales que diariamente impactan tanto positiva como negativamente a los estudiantes de la región. La obra nació con el objetivo de brindar una visión panorámica del fenómeno educativo en el norte de México.

Isaac Gasca Mata

Los Cabos, Baja California Sur

Ensayista, cuentista, y profesor. Estudió la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Escribe ensayos, poemas y cuentos que ha presentado en diversos foros a nivel nacional e internacional. Es autor de los libros «Ignacio Padilla; el discurso de los espejos» (2016), «Tristes ratas solas en una ciudad amarga» (2019) y «El libro de las personas invisibles» (2020).

El libro de las personas invisibles (Editorial Ariadna, 2020)

Como miembro de la sociedad mexicana estoy preocupado por las múltiples dificultades que diariamente enfrentamos. Los problemas de violencia, corrupción y desigualdad económica son originados por la pobre e ineficaz labor educativa que, más que formar ciudadanos éticos, reflexivos y solidarios, forma sujetos endebles y proclives a la continuación de las fallas. Hace algunas décadas Jaime Torres Bodet apuntó: “Si queremos educar a los niños de México para la libertad y democracia, debemos enseñarles, antes que nada, a ser verdaderamente libres y adquirir el arte de gobernarse a sí mismos”. En un momento como el que actualmente atraviesa México, sumido en una de las peores crisis sociales de su historia, resulta de vital importancia revalorizar esta frase como una opción de cambio.

Durante dos años fui maestro de literatura en una escuela de escasos recursos ubicada en Santa Catarina, Nuevo León, México. Escribí un libro para compartir el resultado de un esfuerzo colectivo que realicé con la comunidad para construir una mejor sociedad. El libro de las personas invisibles es una obra literaria compuesta por cuarenta y cinco fábulas que describen el contexto donde laboré, viví, me encariñé y protagonicé un papel en primera línea contra la ignorancia y la desigualdad. Las fábulas ilustran momentos de la vida cotidiana en el lugar donde humildemente ejercí mi servicio. Considero importante difundirlas pues las moralejas son reflexiones acerca de los elementos sociales que diariamente impactan tanto positiva como negativamente a los estudiantes de la región. La obra testimonial nació con el objetivo de brindar una visión panorámica del fenómeno educativo en el norte de México.

Los poemas surgieron como un recurso para motivar a estudiantes a leer por placer y no por encargo. Cada fábula está inspirada en una conversación, una experiencia o algún hecho del que directa o indirectamente fui testigo durante mi paso por la escuela. Con ellas me propuse describir un contexto y a quienes lo habitan. Luego compartía los textos con sus protagonistas y alimentaba la reflexión de lo que ocurría a nuestro alrededor. Polemizaba con la finalidad de que mis estudiantes desarrollaran su pensamiento crítico y su conciencia social, y propusieran soluciones para lo que estaba mal. Muchas veces el trabajo derivado de la lectura trascendió las aulas: se pintaron murales, se dignificó la escuela a partir de la interpretación originada por la literatura. Para mí es indispensable divulgar los textos pues el municipio de Santa Catarina ofrece pocos estímulos positivos a sus muchachos.

Santa Catarina carece de bibliotecas, museos, cinetecas o teatros. Lo que sí abundan son cantinas, vertederos de basura y burdeles donde los criminales consuman sus delitos; las calles sucias, los terrenos baldíos, los perros muertos pudriéndose a la vista de todos, los grafitis marcados en las casas como una ofensa, los vidrios rotos y el olor a plástico quemado que escupen las fábricas provoca en la mayoría de jóvenes una estrecha visión de mundo que los inclina a resumir sus sueños. Debido a este horizonte marginal gran número de ellos se relacionan con delincuentes, pues tienen pocos espacios para convivir en un panorama ajeno a la violencia.

Las fábulas fueron una herramienta de reflexión que muchas veces logró alejar a los jóvenes de las trampas que los rodean, tal como lo cuenta la historia del puercoespín, el rescate del zorrillo o la regeneración del jabalí, que por discreción no escribo sus nombres, pero de igual manera me alegra saber que actualmente no tienen interés en consumir estupefacientes. Ese es el poder de la educación: la oportunidad de elegir.

No olvido a personas entrañables como aquel jovencito de primero de preparatoria que encontrarás con una máscara de burro, o los caballos a los que tantas tardes y momentos gratos les debo. Las hienas, los murciélagos, la jirafa, el león, la grulla, la gacela, axolotl… todos tienen un maravilloso testimonio que contar. Te invito a que lo disfrutes y de esa manera coincidas en que los jóvenes son el presente de la nación y por ello lo que hagamos por ellos en las aulas será determinante para que nuestra sociedad se entregue definitivamente a sus fracasos o, por el contrario, se rehabilite y acceda a un tiempo más dichoso donde existirán los problemas, como en toda comunidad, pero no tendrán punto de comparación con los que actualmente nos aquejan.

Un famoso proverbio indica que “al buen entendedor pocas palabras”, por ello aquí suspendo la redacción de este texto no sin antes expresar que la vitalidad de los jóvenes me motiva a tener esperanza en el futuro de la nación. Sus mentes me sorprenden pues no tienen los prejuicios de la edad adulta. Para ellos el país puede reformarse si existe la voluntad para cambiarlo. También veo esperanza en una educación de calidad, humanista, científica y tecnológica, que transforme a los estudiantes en ciudadanos responsables que incidan provechosamente en su contexto.

Exhorto al lector a ver a los jóvenes, a dialogar con ellos, en su lenguaje. Tenemos mucho que aprender. Después de todo educar no es enseñar a vivir; educar es abrir panoramas, es mostrar opciones, es construir mejores condiciones de vida a partir del conocimiento y la reflexión, es otorgarle al prójimo su digna valía y respetarlo tanto por sus semejanzas como por sus diferencias. Educar es dialogar. Y los jóvenes dialogan, como queda de manifiesto en las fábulas que les presento.

Adquiere el libro

Agradecemos a Isaac por compartir su experiencia como docente en México a través de su libro y sin duda les invitamos a adquirir su libro.


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